Capítulo I ``Belliston´´
04.09.2012 20:47
Eran las nueve de la mañana e íbamos de camino a Belliston. Como cada navidad. Mis padres no paraban de hablar, estaban planificando estas vacaciones porque además de visitar a mi tía querían ir unos días a esquiar. Todo parecía ir bastante bien.
Seguíamos nuestro trayecto, y ya por fin entramos en el desvió que nos llevaría directos a Belliston.
La verdad es que tenía muchísimas ganas de ir. Es un pueblo tranquilo, alegre y lo mejor de todo es que mi tía vive al pie de la montaña con vistas a todo el bosque.
Nos faltaba no más de una hora para llegar y yo estaba que me salía del asiento de las ganas que tenía. De repente se oye un fuerte ruido, parecía el sonido del claxon de otro coche aunque era más raro de lo normal. Giramos la curva a la derecha. Las luces me deslumbraron, asique supongo que a mi padre también porque fuimos directos a la cuneta tras un fuerte golpe.
-¡María! Despierta de una vez, vas a llegar tarde al colegio como de costumbre. ¿Qué pasa, es que no has oído el despertador o qué?
- Ya voy, lo siento. ¿Está el desayuno en la mesa?
- Si, pero no te acostumbres a que te lo haga yo siempre. Vas a tener que empezar a espabilarte que llevas una temporada en la que te pegas a las sabanas. ¿Qué ocurre? ¿Has vuelto a tener otra de tus pesadillas?
- No, no tranquila. Estoy bien. Voy a desayunar.
La verdad es que sí. Había vuelto a tener otra de mis trágicas pesadillas que me recordaban al accidente. Supongo que estas pesadillas se deben a que ya se acerca la Navidad, que fue la época en la que mis padres murieron. Desde entonces todas las navidades son iguales para mí y siempre tengo pesadillas que atormentan mis noches.
Cereales, yogurt, zumo de naranja y muy pocas ganas de desayunar. Así es cada mañana en Belliston. Aunque la verdad no me puedo quejar, para mí este es el mejor lugar que hay en el mundo. Llevo aquí desde los 6 años y la verdad que he hecho muy buenos amigos. Vivo con mi tía Anabel que es un poquito rara pero con el tiempo la he cogido cariño y es lo más parecido que tengo a una madre.
Mi tía y yo vivimos solas en una pequeña casa que se encuentra al pie de la montaña. Me gusta vivir aquí, tengo vistas a todo el bosque y a todas las montañas que rodean el valle donde se encuentra situado el pueblo. La casa no es muy grande, de hecho se podría decir que es de las casas más pequeñas que hay en Belliston pero sin duda es la más acogedora. Nada más entrar en ella, lo primero que encuentras es un pequeño salón con una cocina al fondo y una chimenea a la derecha, no hay más. A la izquierda se aprecia una estrecha escalera que da al piso de arriba donde se encuentran las habitaciones.
Subo a mi habitación a vestirme. No es una habitación muy grande, la verdad, es demasiado pequeña, pero me gusta. Tiene todo lo necesario que tiene que tener toda habitación: una cama, una mesa de estudio, un armario y una ventana por la cual siempre miro. Mi ventana es la más grande de todas las que hay en la casa y la que mejor vistas tiene, por lo que se podría decir que a pesar de todo tengo suerte.
Me pongo lo de siempre por estas épocas, un jersey bien gordo, unos pantalones y unas botas de pelo para no tener frío en los pies. Teniendo en cuenta que ahora me toca ponerme una sudadera, un abrigo, gorro, bufanda… y toda la ropa posible, voy a parecer una cebolla con tantas capas. Pero bueno, al menos no pasaré frío.
Termino de vestirme, se me hace tarde, cojo la mochila con todos mis libros y salgo por la puerta.
-Hasta luego Ani, me voy ya.
Ani. Así es como llamo a mi tía. Todo el pueblo la llama así y por lo que recuerdo mis padres también.
De camino al colegio voy pensando en el regalo de navidad de este año para Ani. Aunque normalmente los regalos que nos hacemos no suelen ser gran cosa, es un pequeño detalle que siempre nos ha gustado hacernos entre nosotras. Como cada año, celebraremos la Navidad solas. Todos mis amigos se reúnen con sus familias para cenar todos juntos, y todos los miembros de la familia acuden, incluidos primos, tíos, abuelos… En cambio yo solo la celebro en compañía de mi tía Ani.
Desde que mis padres murieron nunca he vuelto a celebrar unas navidades a lo grande y Ani no quiere que visitemos al resto de la familia. Supongo que será por alguna pelea de esas que se tienen a veces o quién sabe, tampoco lo voy a preguntar.
En la puerta del colegio me encuentro a Fer. Es un amigo que siempre he tenido desde que era pequeña. Incluso cuando no vivía aquí también éramos amigos y cuando venía de visita a Belliston para ver a mi tía siempre iba a verle a su casa para jugar y no aburrirme.
-Hola Mer, ¿has hecho lo de matemáticas? – me pregunta
-Buenos días a ti también, me alegrarías más el día si en lugar de hablarme de matemáticas a primera hora me saludaras.
-¡Buenos días Mer!, ¿como se encuentra mi querida amiga en esta humilde mañana? –me dice esbozando una sonrisa. –¿Así mejor? Espero que mi saludo sea de su agrado.
-No me vaciles anda –contesto riéndome. –Y si que he hecho lo de matemáticas y por cierto, llegamos tarde a clase.
-Pues vamos a darnos prisa que tenemos con la bruja de geografía. Venga Mer, date prisa.
Mer, así es como me llama Fer a mi. Es un mote que se parece a mi nombre y que me puso porque yo a él le llamaba Fer. Tiene su gracia, supongo.
Llegamos a clase y nos sentamos juntos. Me sentaría con alguna chica pero no me suelo llevar con ninguna y además, Fer es mi mejor amigo desde siempre y supongo con él estoy más cómoda, aunque no me importaría hacer alguna amiga también.
Todos mis compañeros están bastante alborotados. En unos días es Navidad y nos dan las vacaciones. Todos están felices y con ganas de que acabe el colegio para poder recibir sus regalos. Por estos días, además, ya hemos terminado todos los exámenes y los profesores no dan mucho temario en clase, por lo que todos los de mi clase se pasan el día hablando y contando que haran durante sus vacaciones.
Yo ya sé lo que hare todas mis vacaciones de Navidad sin excepción, ir a por leña al bosque para poder calentarnos con la chimenea. Siempre es así.
Entra la profesora en clase y todos se sientan rápidamente. Empieza la clase y mi tortura diaria…
Por fin ya es la hora y puedo salir. Espero a Fer en la puerta de la salida porque ha ido a hablar con su tutor. Y mientras tanto voy contando los días que quedan para las vacaciones. Solo 4 días.
-¡Mer! Ya estoy, ¿nos vamos ya a casa?
-Sí, vámonos ya. –respondo
-¿Te apetece venir a dar una vuelta por el pueblo esta tarde? Sobre las 7 o así.
-Sabes que me encantaría Fer, pero tengo que ir al bosque a por leña, como no…
-Pasas más tiempo en el bosque que en tu casa- dice con el tono de voz un poco cabreado.
-Solo voy al bosque a por leña y alguna vez cuando quiero estar sola.
-Y siempre quieres estar sola –responde Fer
Vamos a casa. Fer vive tres calles antes de que termine el pueblo por lo que le dejo a la mitad de camino y continuo con mi trayecto. Yo soy la que más lejos vive de todo el colegio, ya que vivo a las afueras en el pie de la montaña.
Por fin llego a casa. Ani no está, asique me dirijo a la cocina para merendar un poco y me voy al bosque a por la leña infernal que me toca coger.
No sé porque, pero siempre he tenido como costumbre ir al mismo sitio a por la leña, deduzco que será porque nunca pasa nadie y puedo estar sola y tranquila pensando en mis cosas.
Paso el caminito que hay desde a mi casa hasta el principio de los árboles del bosque y me adentro en ellos. Caminando unos minutos más hacia adelante, llegas a un pequeño claro rodeado de arbustos y algún que otro zarzal. Empiezo a buscar entre los arbustos y los arboles que quedan detrás las pequeñas ramas que siempre caen y que arden bastante bien al fuego.
Mientras rebusco, me encuentro con una pequeña sorpresa. Justo detrás de un pequeño arbusto se encuentra leña apilada perfectamente. Me sorprende bastante, ya que nunca pasa nadie por ahí y esa leña la ha tenido que poner alguien. Decido seguir buscando mi propia leña y si nadie aparece, cogeré la leña apilada y me la llevaré a casa.
Pasa un buen rato y sigo esperando a que alguien venga a por la leña y se la lleve, pero no llega nadie. Decido llevarme la leña a mi casa, aunque me siento un poco mal penando en que esa leña ya la había apilado otra persona, me la llevo igualmente.
Llego a casa y mi tía Ani se asombra al ver toda la leña que tendremos para calentarnos esta noche. Me pregunto si sobrara leña y así no me tocará ir mañana también, pero cuando veo que la hecha toda a la lumbre, me voy haciendo a la idea de que mañana también me tocará volver.
Normalmente, la gente coge la leña y la va guardando y apilando en algún lado, pero nosotras no tenemos ningún espacio para poder guardar la leña y a Ani no la gusta dejarla en el salón. Asique me toca ir todos los días a por ella. En fin.
Subo a mi habitación y me termino de leer mi libro de aventuras. Antes de cenar siempre me gusta leer un rato. Cuando acabo de leer, me doy una ducha rápido y después bajo a cenar.
Hoy Ani, ha hecho una sopita bien calentita que nos tomaremos al lado de la chimenea para estar más calentitas. La sopa nos la tomaremos sentadas en el suelo al lado de la lumbre. Suena un poco raro pero es una manía nuestra que sinceramente me encanta.
Se hacen las 11 y decido ir a acostarme, espero no tener otra de mis pesadillas esta noche.